Carlos jugaba bien, no era como yo que me paraba y le pegaba de puntín siempre, él sabía cuándo darle con el empeine, cuando tres dedos, cuando cara externa suave, para desparramar a un arquero que se morfaba el amague. Por eso yo era el último en ser elegido, y Carlos era el primero, pero cuando lo conocí, yo me quedaba “atrás”, y él recorría todo el frente de ataque, por eso él era el goleador, y yo apenas había hecho uno, y yo apenas hice uno en toda mi vida. Para los que hacen goles no es nada más que el momento, el festejo, el reconocimiento ; pero para mí, para los tipos como yo hacer un gol es una alegría desmedida, es tocar el cielo con las manos y , a la vez, sentir que late en tu pecho una máquina infernal, es congelarte y hervir, reír y llorar, y mi gol para mí fue eso, y más. Porque cada vez que lo evoco se perfecciona, la imagen se colorea, va mejorando, hasta la mugrosa camiseta vieja se transforma en la de la selección y la beso. Mi gol. Todo arrancó cuando el lomb...
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