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Libro Retazos - Poema: Albañil - Miguel Rusito Fernández

  Sus manos ya son roca se aferran a la vida se exponen a la muerte se mojan y se secan entre la piedra inerte.   El rostro inmutable serio, triste sin asombros. Danzando entumecido en frágil pasarela va y viene con soltura. El sol se va rindiendo detrás de las paredes él baja, ya sin prisa, admira su proeza.  

Maldita Palabra - Poema ¿Qué tendrás pensado para mi?

¿Qué tendrás pensado para mí? ¿Cuál será tu forma de guiarme?   Tal vez sea traición, solo cobarde cuando distraído yo me encuentre y un pequeño dolor haya en mi vientre seguro pensaré no es importante   ¿Qué tendrás planeado? Encontrarme tal vez en un momento distraído cuando cruce la calle, sin mirarte. O tal vez sea un asesino   que con la vaga escusa de llevarse Mi flaca   y   humilde billetera me deje sangrante en la vereda sin importar, los huesos y la carne   O será la tensión que en mis arterias navegando la sangre enfurecida choque con fuerza poseída Y destruya mi vida sin monedas.   O tal vez seas tú, rojo divino que mi vida empujaste desauciado en momentos dulces, emotivos en el amor, la pena y el calvario   Tanto te maltraté sin valorarte mil heridas por dentro te he causado tomarás revancha relajado no hay tiempo para más será tu frase.   También está la duda si de tarde en una silla, mientras yo te espero

De vidas y muertes. Historias pequeñas - La angustia de los invasores.

Recorrer esta geografía jujeña, la quebrada, los cerros de colores, el cielo limpio y perfecto, el aire seco y fresco en esta mañana invernal es inmensamente maravilloso. También lo es caminar por las callecitas de los pueblos, ver las casas de adobe, empaparse en los caminos polvorientos, transitar entre puestos de mercancía supuestamente artesanal, pero muchas veces confeccionada industrialmente en otros lugares, en otros países. Pero lo más inquietante, aquello que en forma bestial, emociona, indigna, angustia, alegra, es la esquiva mirada de los hombres y mujeres que nacieron aquí hace dos mil años. Esos ojos, tienen millones de imágenes, de la paz, de la guerra, de la pérdida de vidas en manos de los conquistadores, del aprendizaje de las conductas de la supervivencia. Del silencio. En este lugar, no dejo de preguntarme qué soy, quién soy, a qué lado del recuerdo de este pueblo pertenece el recuerdo de mis antepasados. Y no puedo dejar de sentirme extranjero, foráneo, invasor,

De vidas y muertes. Historia pequeñas. Cuento: Testimonio

El hombre caminaba sin tiempo, sin frio ni calor, desde algún lugar desconocido a otro sin conocer. Andaba con paso firme, bien plantado, sin titubeos, como si el terreno se adaptara a él. El paisaje eterno, apenas permitía visualizarlo pero su cabeza sobresalía por encima de los arbustos duros y resistentes. Su piel, con todos los colores, estaba enamorada de este sol seco y ventajero, ese mismo amor le había dejado marcas, profundamente superficiales a lo largo de décadas de recorrer el mismo camino. Hundido en quién sabe qué pensamientos avanzaba acercándose a la ruta donde un mundo diferente se desarrollaba sobre el asfalto sin tránsito. Este paraje invitaba a dejarse estar, a abandonarse a la rara frescura de la sombra de alguno de los escasos árboles que, caprichosamente, se separaban en el territorio, como enemigos, espiándose por encima de las matas de yuyos, inclinándose hacia el oriente con respeto reverencial. La paz de la siesta era embarullada por el canto de los pájar

De vidas y muertes. Historias pequeñas - Cuento: Una historia de amor - Miguel "Rusito" Fernández

Ismael Croce hablaba desde la mugrienta mesa del bodegón. Hablaba, desde la borrachera porteña y melancólica. N o se llamaba así, pero me pidió que protegiera su identidad. Apuraba otro “doble v” en ese vasito rústico que se puede encontrar en este tipo de boliches. A sus sesenta años contaba su historia de amor y al escucharlo no podía aguantar las lágrimas. Así de duro era el relato y como duro, real. Los presentes, amigos ocasionales, escuchaban con compasión y cada tanto le invitaban una nueva medida del fuerte brebaje. Su historia de amor, de encuentro y desencuentro, de éxtasis y desengaño, compartida por tantos , vivida por todos, experimentada por la humanidad. Contó que Alfonsina Suárez -demás está decir que tampoco es su nombre real- lo enamoró aquella noche de sábado, tal vez no hizo nada para enamorarlo, pero sólo con verla y luego oír su tierna voz, bastó para que Ismael cayera rendido ante el juvenil amor que se encendía en su pecho por ella, por Alfonsina. Pero ell

Libro: De vidas y muertes. Historias pequeñas - Cuento: "¡Qué golazo! - Miguel "Rusito" Fernández

Carlos jugaba bien, no era como yo que me paraba y le pegaba de puntín siempre, él sabía cuándo darle con el empeine, cuando tres dedos, cuando cara externa suave, para desparramar a un arquero que se morfaba el amague. Por eso yo era el último en ser elegido, y Carlos era el primero, pero cuando lo conocí, yo me quedaba “atrás”, y él recorría todo el frente de ataque, por eso él era el goleador, y yo apenas había hecho uno, y yo apenas hice uno en toda mi vida. Para los que hacen goles no es nada más que el momento, el festejo, el reconocimiento ; pero para mí, para los tipos como yo hacer un gol es una alegría desmedida, es tocar el cielo con las manos y , a la vez, sentir que late en tu pecho una máquina infernal, es congelarte y hervir, reír y llorar, y mi gol para mí fue eso, y más. Porque cada vez que lo evoco se perfecciona, la imagen se colorea, va mejorando, hasta la mugrosa camiseta vieja se transforma en la de la selección y la beso. Mi gol. Todo arrancó cuando el lomb

De Vidas y muertes. Historias pequeñas. - Cuento: "Ofrenda" - Miguel Rusito Fernández

(basada en la creación de Aníbal Spasaro) Me encuentro parado en este lugar, con desmesurada atención toco ese líquido tibio, espeso, vivo, que se escurre entre mis dedos con la misma facilidad con que la muerte la lleva. Su contacto suave cosquillea en mí, estremeciéndome, mientras un fino hilo se divide en cada imperfección de mi piel. Lucha por ocultar el brillo metálico, pasando del carmesí al púrpura como sus labios, al negro como el olvido. Las gotas caen desde el filo cada vez con mayor lentitud, lanzándose al vacío, destino de una muerte segura. Cruel ironía la de morir dos veces. Mis yemas acarician el viscoso fluido que tiende a solidificarse. Mis ojos se cierran, mi respiración se hace más profunda con cada resuello, como si, para alimentar mi corazón necesitara más y más oxígeno, más y más combustible, más y más aliento. Me transporto a aquella escena, en que las figuras ataviadas de blanco giran alrededor de la mesa de mármol donde la doncella inmaculada y somnolient